En todos los pueblos, desde el cálido Levante a la rocosa Asturias, pasando por la parda geografía castellana, han existido tontos: los tontos del pueblo.
Galicia, no podía ser una excepción. Entrega a la política nacional a un membrillo enlatado, a un revienta fiestas. A José Blanco.
Este merluzo dijo en un par de ocasiones, con su desconocimiento supino de la geografía y de la historia algo sobre "el viaje de los reyes a Marruecos", dando la razón al moro, primo de los primos que están en la jefatura del estado (con formas gloriosamente fenecidas y resucitadas artificialmente por Franco) preparando quizá su salida a Estoril para ganarse la vida como croupiers. No merece ni comentario adicional.
Es una muestra de nuestra clase política, que ya no practica la esgrima dialéctica, sino el ladrillazo en la cocorota. Y es normal, porque si los agitas, caen bellotas.
En todos los pueblos hay un tonto, el tonto del pueblo. Lo que no es normal es que lo hagan alguacil.
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