El punto de vista de un viejo divisionario

martes, 30 de septiembre de 2008

De vuelta

Cuestiones de orden:

Debo agradecer a los amigos y camaradas que me han mandado comentarios agradables su interés y buenos deseos hacia mi. Algún mensaje privado ha llegado y tomo muy buena nota de lo que se dice. Entre esos agradecimientos, debo destacar la labor insistente de mis nietos, en particular Alicia, que me pedían continuamente que escribiera, venciendo a la natural pereza de mi edad. También agradezco a los imbéciles que se dedican a intentar asustar a este viejo con las amenazas e insultos de siempre, por ayudarme a mantenerme vivo. Idiotas, todo mi desprecio para vosotros, y mi condolencia a vuestras familias por soportar las supuraciones de vuestras blenorragias mentales.

Alicia, además de las peripecias que aquí cuenta, sirviéndome de apoyo incondicional, de báculo para la vejez que se decía en mis tiempos mozos, ha tomado desde que regresé a la ciudad hace unos días una costumbre para mi muy agradable(inciso: mi intención era alargarlo, pero el tiempo meteorológico y el mio cronológico hacían que no aguantase ya a los pesados de mis hijos, que me pedían que no me quedara solo en la playa). La costumbre a que hacía referencia deviene de un momento cima, de una catarsis personal: Alicia ha mudado su vida desde hace unos meses. Ha cambiado de carrera, "convalidando" -me dice, a mi lado, que es la palabra- las asignaturas que ha podido, pero no hacia una más fácil, sino hacia una ingeniería más dura. Y para encontrar un mejor ambiente de estudios, pasa muchas horas de tarde en mi casa. Mis vicios caseros son breves y silenciosos: leer y escribir, o, como mucho, escuchar música clásica, lo que no me importa hacer con auriculares.

De forma egoísta, me gusta estar con ella, me contagia su juventud. Además, ahora que su padre no me lee, diré con orgullo que cada día la veo más cerca de no esa forma de pensar, sino esa manera de ser, que es la Falange.


Y este último comentario me lleva a hacer uno de mis primeros "cortos". Aunque siempre trato de ser breve, tengo muchas cosas en mi macuto guardadas desde este verano, así que sin más voy con ellos. Me aprovecho, si, de mi nieta, que se ofrece a teclear cuando mis dedos se cansen. No es el caso aun.

1.- De libros.

Este largo verano he tenido tiempo para leer y releer. Leer cosa pendientes y Releer cosas eternas. Conmigo han viajado mis viejos tomos con las "obras completas" (que no son tales) de Onésimo Redondo. Desde hace unos 30 años no bajaban del anaquel y decidí darles una relectura.

El primer tomo me llegó a hispanoamérica como un presente. Lleva al dedicatoria de José Antonio Girón. En la última página de la introducción que el ministro hacía, subrayadas con pluma estilográfica aparecen las líneas:

"Su ejemplo presida nuestras jornadas. Si fuéramos infieles a él seríamos infieles a la Patria que él amó hasta la inmolación"

En aquellos años, esta frase pasaría desapercibida entre los discursos habituales, aun en unos años en que nosotros, los falangistas, no manteníamos ya las mismas posiciones que poco tiempo atrás. Recuerdo que durante unos años pensé que quizá si, habíamos sido infieles, aunque esa pesadumbre se desvanecía al enfocar la memoria y ver que no hubo infidelidad por nuestra parte, sino quizá un exceso de ella a quien, aun mereciéndola en principio, no supo hacerse acreedor de ella.

Hoy, esa frase, resulta impactante. Tanto es así, al menos para este corazón viejo que solo sabe ya latir en azul, que me persiguió durante un par de semanas.

Porque entonces, no casualidad, pues no creo en el azar, Fernando, de quien creo aquí he hablado, vino a verme al apartamento. Fernando había pasado unos días en Madrid y de allí me trajo un regalo, un libro. Un libro que me reconcilió con ese pensamiento que traía aquí.

Entonces desconocía ese libro por completo. A mi regreso, hace unos días, visitando las cuatro o cinco páginas que me merecen interés, me di de bruces con el en esa página de críticas literarias que alguna vez he citado aquí "Palabra obra". Y confirmé, pues ya traía leído el libro desde la playa, y abundantemente anotado, que su criterio al seleccionar textos me sigue gustando, pues no recuerdo un libro que me mantuviera atento tanto tiempo desde hace años.

Su título es "Por los caminos del adiós". Por razones que son evidentes, al tratarse de una estrofa del himno de la división, cuando vi el libro que traía Fernando, llamó mi atención. Solo con leer la contraportada creí entender que no me desagradaría su lectura. Y no, no lo hizo...

No es un libro sobre la División Azul, aunque se habla de ella. Y no con mentiras, ni con medias verdades. Lo que se dice de ella, lo acepto, con algunos matices, como propio. Y en general el libro lo considero tan imprescindible que se lo he recomendado a todos mis nietos. (Alicia lee encima de mi hombro y sonríe, pues ella lo tiene en su casa desde hace diez días). No estoy de acuerdo en su totalidad con él, pues esto lo reputo imposible, pero si lo considero honrado y cabal. Un libro necesario, al menos para todos aquellos que se crean falangistas. O que en un momento dado de su vida lo fuesen.

2.- De política internacional.

Obama y McCain, más el primero que el segundo por intereses claros, ocupan los telediarios. Y de repente, llegan los vicepresidentes. Llega Palin y, disculpas, no recuerdo el vice de Obama.

Y los estúpidos de siempre tratan de comparar demócratas con socialistas y republicanos con populares. Demostrando un total desconocimiento de la sociedad norteamericana. No hay nada más conservador, pro ejemplo, que un demócrata del sur. Ese adalid de la paz que hoy se nos vende que fue Kenedy, fue quien más cerca estuvo de organizar la tercera guerra mundial.

Entre Obama y McCain yo hago mi elección: ninguno. Aunque, reconozco, que alguna declaración de Obama me ha chirriado tanto, que no puedo dejar de mirar, no por méritos propios, sino por demérito del adversario, al héroe militar norteamericano (esa es otra) que se le opone.

3.- El Valle.

Mi nieta ha contado algo del viaje que hicimos mediado el mes de agosto. No ha contado un par de cosas. Una, no la contaré, pues es un secreto suyo y mio. Otra, algo que me alegró, una anécdota, una simple anécdota.

Yo salí vestido "de civil", desde la Playa. Donde comimos me cambié de camisa, para cubrir mi pecho de azul, y con ella me quedé hasta que paramos de regreso por primera vez (la vieja vejiga obliga). Cuando entramos en el restaurante de la gasolinera, yo llevaba la bolsa con la camisa de verano, para entrar en el baño.

Pues bien, cuando salimos de allí, escuché a un padre cantarle a su hijo pequeño el "Yo tenía un camarada". Pensando que se reía de mi, a pesar de que mi nieta me pedía lo contrario, fui a hablar con él. Unas breves palabras bastaron para sacarme de la confusión. Y rubricándolo, su hijo mayor, de unos 7 años, me la cantó de arriba a abajo. Fue un encuentro inesperado pero muy agradable, que me ha traído el regalo de un par de nuevos camaradas, pues su mujer también lo es, y de sus hijos, que han prometido pasar el próximo verano por Valencia.

Yo pensaba que a mi edad solo estaba en disposición de enterrar a mis camaradas o a mi mismo, y no de ganar nuevos. Se ve que no.

4.- La desgracia.

Al volver me cuenta un vecino como, en un patio no muy lejano, un tipo mató a su mujer y después se suicidó.

¿Porqué esos chalados no invierten el orden?. Primero, deberían suicidarse, y después hacer lo que quieran.

5.- El propósito.

Me propongo hacer al menos una intervención semanal, más breve o más larga, según mi estado de ánimo y físico. Y si no puedo, siempre me quedará Alicia para hacerme de "nurse".

Y nada más. Encantado de volver a mi casa, con mis libros... y con esta página, que me ha faltado este verano.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Alicia, de nuevo

Mi abuelo me pide, y sus deseos son mis ordenes, que aproveche que esta tarde-noche he quedado en Valencia con unos amigos para hacerle unos recados.

El primero, comprarle un par de libros (¡menudo par de libros!). Esto es muy agradable, pues se que una vez leidos los pondrá a mi disposición. Además, me parece que en buena parte es una forma de saltarse la prohibición de mi padre para que no me de dinero: siempre me da para las compras bastante más de lo que en realidad cuestan y se niega después a tomarme las vueltas.

El segundo, revisar el blog para eliminar lo que el llama "los mensajes del maligno" y dar el visto bueno a los mensajes que al menos no contienen palabras soeces. Esto lleva implícito imprimirselos, por si el considera oportuno contestar alguno, para darme la réplica en posteriores viajes, o él mismo a su regreso. A mi me queda una semana en la playa, pero creo que el se quedará hasta que llegue el frio (eso, en la playa, puede ser cuestión de un mes).

El tercero, era que transcribiera una nota suya sobre lo que llama "la garzonada". Lamentablemente, con las prisas, me he dejado su nota en el apartamento.

La idea de mi abuelo era que dejara un mensaje, para que quedara evidente que este blog no está muerto (ni el tampoco). Sus vacaciones, desde que murió mi abuela, son así siempre: se va a la playa cuando le apetece y vuelve cuando le da la gana. Tan solo necesita bajar a por medicinas o libros puntualmente, y eso si no encuentra un nieto a mano para que le ayude y viaje por él. Eso, y una escapada que nunca perdona al Valle de los Caidos en medio del mes de agosto. Este año, le he llevado yo. Cuatro horas de coche en un pequeño arosa, comida en El Escorial, visita (esto el no lo contará, así que lo hago yo: camisa azul, brazo en alto frente a la tumba de José Antonio y depósito de cinco rosas rojas sobre la lápida), oración, y cuatro horas de regreso. En total más de ocho horas de charla ininterrumpida que han conseguido uno de los días más completos de mi vida, que nunca podré olvidar. Cuando llegamos a su apartamento, subimos a tomar una cena fría. Cenamos en la terraza y al marcharme, le dije que no quería dejarle solo. El me dijo algo que me impactó. Miró al cielo, despejado y lleno de estrellas, y me dijo: "No estoy solo, ahí están mis camaradas. Nunca lo olvides".

Esa noche, no pude dormir, y no por el cansancio de la carretera.