El punto de vista de un viejo divisionario

sábado, 31 de enero de 2009

Aun en Castellón. Escribe Alicia.

Hola a todos. Mi abuelo sigue tocado del ala y a su pesar, debe quedarse unos días más con mi tío.

Siento no haber podido pasar a colocar un texto que tengo de mi abuelo, ni a revisar el blog, pero estamos de exámenes y esos mandan. Gracias a un profe (algo cascarrabias ;)) que me dejaba un rincón de su despacho para estudiar he podido tener la tranquilidad que tenia en casa de mi abuelo sin tener que venir hasta aquí... y como el despacho está en el mismo campus, me he ahorrado un montón de tiempo en desplazamientos. Lo malo, es que he descuidado esto.

Paciencia. Mi abuelo parece ir mejorando y, aunque no venga enseguida, yo si me liberaré de exámenes y podré transcribir lo que él me mande.

Antes de teclear su texto, que me ha costado de entender su letra picuda lo que no imagináis, tengo que dar un recado:

Pablo, he pasado tu cuestionario a mi abuelo. Se lo he mandado al fax de mi tío. Lo que no se es lo que él finalmente hará. Cuando vaya a verle, le insistiré para que te ayude. A mi no suele negarme nada.

Y ahora, el texto prometido.

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Israel, Palestina y los rojos.

Quien de mi sabe tan solo que he sido un voluntario de la División Azul, tiende a pensar que, por mi relación con el Heer, debo ser algo así como un nazi desbocado que merienda niños judíos todas las mañanas mojándolos en la jícara de chocolate. Un tonto racista que desprecia a la gente por el color de su piel, y que se cree superior a los demás. no solo eso, sino que niega el derecho a vivir a los demás.

Cuando ya me conocen más de cerca, cambian de opinión. Y cuando les presento a mi familia, alguno abre tanto la boca que la mandíbula llega a rozarle el suelo.

A pesar de todo esto, aun así, estos días sentado al sol, delante de la puerta del chalet de mi hijo, cuando delante de mi pasaban los vecinos y me veían siempre ávido de las noticias bélicas, las que más me suelen afectar de los periódicos, entran al trapo (creo que ya comenté que no suelo consumir mucha prensa, pero mi hijo, por deformación profesional, aun lejos ya de su actividad profesional, sigue leyendo mucha prensa. Así, todos los días me trae ABC, El País, El Mundo, Público y algo de la prensa local).

Suelen decirme alguna majadería como "esos salvajes de judíos deberían encontrar la horma de su zapato"

Vamos a ver, pero despacito, para que nadie se pierda.

Ni yo, ni creo no equivocarme un centímetro, ninguno de mis camaradas, conocía el holocausto en ese momento. Sabíamos, si, de su discriminación, y bien que muchos de nosotros nos enfrentamos con ellos. Hay innumerables anécdotas que no creo necesario recordar.

Pero aun más: según supe después, hubo algún judío entre nosotros. Judíos que se sentían alemanes, pero que por su porcentaje de sangre judía no podían formar en el ejercito alemán. No como alemanes... pero si como voluntarios españoles. Y aun recuerdo una charla que, al cubierto del frío en una isba, tuvimos cuando alguien cuyo nombre no recuerdo, muy puesto en lecturas, nos habló de algún artículo que había leído hacía mucho tiempo, donde se defendía desde posturas falangistas el hermanamiento con los sefardíes, para apoyarse en ellos como punta de lanza de la hispanidad.

No, entre nosotros no había judeofobia alguna. Antes al contrario, por donde pasamos, intentamos ayudarles frente al pisoteo de las tropas alemanas. Que tampoco todos eran iguales, y eso, quizá conviene aclararlo. Tambien hubo algun mando alemán que nos miraba con desprecio, por nuestra piel y pelo más oscuros, como en rebotica, hay de todo.

Mas dejemos el pasado.

El presente es el que es. Hay un estado que nos hace el inmenso favor de defenderse, y con nuestra inmensa fortuna de que lo haga sin complejos, frente a la avalancha musulmana que nos viene encima. Contra el fin de la civilización occidental tal y como la entendemos, contra esta, y perdón por la palabra, pero es frase leída a Rafael García Serrano, contra esta vieja puta que es Europa.

Israel se defiende del terror. No quiere más muertos suyos y, por tanto, empieza una guerra donde, claro, alguien tiene que morir. No se tiran confetis desde los fusiles. Su ejercito no dispara galletas maría, como el nuestro. Por suerte para nosotros.

Y aquí, mientras, los que se agarran el cuerno, defendiendo no solo a Palestina, sino queriendo masacrar el estado de Israel. Queriendo matar judíos.

Decidme pues: ¿quien es el racista, el antisemita? ¿lo soy yo, que me siento como un habitante de Tel Aviv, o lo son estos que piden la muerte de todo judío que se ponga por delante, a la sombra de la sagrada libertad de expresión?.

No se si hay más de insensatez, o de estupidez.

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