El punto de vista de un viejo divisionario

domingo, 25 de noviembre de 2007

Seguir o no

Cuando me hice el propósito de hacer público estos pensamientos, me dije que iba a ser impermeable a elogios (pocos) y críticas (a buen seguro que muchas, y de dudoso gusto).

Me creí invulnerable, dada mi edad. Sin nada que perder y sin que me importe un ápice la opinión extraña, menos si viene de determinados ambientes podridos.

Pero me engañaba.

Bastó un comentario, que por elegancia y por no romper el estilo no hice público. Uno solo. Uno que me decía que ojalá me hubiera muerto en el frente ruso con mis camaradas.

Claro que el no lo decía así. Pero no voy a orear las miseras ajenas.

He estado muchos días sin escribir, pensando.

Y he descubierto que en el fondo tiene razón. Que debería haber muerto en Rusia. Debería haber caído en la lucha por el ideal que nos enunció José Antonio. Entonces estaría en el paraíso difícil. El paraíso que el Jefe nos prometió. El paraíso donde tantos, como mi querido camarada Ernesto Giménez Caballero, quizá me esperen, llamados por el Jefe.

Un Jefe milagroso (¿Profeta, Apóstol, Soñador?) que, como Cristo sólo pedía sacrificio y prometía dificultades. Un jefe, dueño de un Paraíso difícil, al que no se sube por escaleras de alfombras suntuosas o rápidos ascensores. Un paraíso de peldaños de esfuerzo, fatiga, dolor e incomprensión. Un Paraíso duro y hermético, en el que sólo cabrán los justos. Un Paraíso incomprensible para quienes tienen del Paraíso de los Arcángeles una visión burguesa. Un Paraíso sin arpas ni alas de plumas. Un Paraíso con tambores y flechas.

Seguiremos.

2 comentarios:

27 puntos dijo...

Debes de seguir adelante,críticas habrá a cientos, NO IMPORTA, nuestro deber moral es continuar aquí para que nuestra llama no desaparezca.

¡Ánimo camrada!

¡Arriba España!

CAFE

http://27puntos.blogspot.com/

Rafael C. Estremera dijo...

Todos hemos pensado alguna vez -muchas veces- que mejor estaríamos muertos.
Muertos vivos, con nuestros vivísimos muertos. Tan vivos, que aún los tienen que fusilar cada día y ni aún así los pueden matar.
Pero el lucero hay que ganárselo. Y los que seguimos aquí, es porque todavía tenemos algo más que hacer.